Cuenta Doña Mari que por el camino que va de Ciudad Vieja a Palín hay un cerro que se llama Mirandilla. Dice que en el cerro hay una puerta, donde la gente va y “se vende”. Parece que lo que hacen es dar su alma a cambio de dinero, y cuando se mueren regresan a ese lugar. Aunque los entierren, el cuerpo desaparece porque están atados al cerro y a su magia. La maldición se extiende a lo largo de las generaciones, porque son tantas las deudas de algunos que sus hijos y nietos tienen que pagarlas al morir.
En el cerro aparece una mujer con un petate, que se pone a vender morongas y longanizas. Quienes no conocen lo diabólico del lugar caen en la trampa y compran la comida. Luego se los llevan a esta especie de cueva, en donde se convierten en cerdos, mulas y otros animales. Otros van por voluntad propia, como don Jerónimo, que por ser bolo fue a pedir dinero y paró vendiendo hasta a su propia hija. Cuentan que a los dos los han visto por el cerro, aunque ya han pasado muchos años desde su muerte.
También hay quienes han acumulado inmensas riquezas gracias al lugar mágico. Entre las familias que están implicadas en esos negocios sobrenaturales, me contó doña Mari la historia de una en particular. Ellos eran dueños de casi todo San Juan del Obispo, pero su gran fortuna no parecía estar invertida en nada. Dice doña Mari que sólo se sabía que iban al cerro, y regresaban con mulas cargadas de sacos con dinero. Naturalmente estaba vedado para cualquier persona de San Juan el tener algún tipo de relación con esta familia, debido a la dudosa procedencia de sus bienes. Lo malo, dice, fue que un hijo de una su prima se casó con una mujer de esta familia.
En la casa de esta muchacha esconden un gran tesoro, de cuya existencia todo el pueblo conoce, naturalmente. Un día unos ladrones se entraron a la casa para robarse el dinero, pero una gran serpiente les impidió tomarlo. Aparentemente todo lo que viene del cerro está protegido por algún ser sobrenatural que toma la forma de algún animal. De todas formas, dice doña Mari, ese dinero no sirve porque después de usarlo para comprar algo desaparece. Su sobrino le ha ofrecido comprarle un terreno que ella y su hermana tienen en San Juan, pero siempre le dicen que no, porque saben que lo compraría con el mal habido dinero.
De acuerdo a doña Mari, el cerro es una de varias bocas del infierno que hay en Guatemala. A estos lugares suelen ir los hombres que buscan mujeres, licor, dinero, y muchos otros vicios. Un señor le contó a doña Mari que un amigo le ofreció llevarlo con unas patojas lindísimas, y le mostró una de estas moradas del Demonio. Las mujeres eran, en efecto, muy bellas, y estaban dispuestas a complacer a cualquiera. Pero este señor decidió explorar un poco más, y encontró debajo de las camas “leones y tigres negros”. Después de ver los animales salió corriendo, y no regresó nunca más.
En el cerro aparece una mujer con un petate, que se pone a vender morongas y longanizas. Quienes no conocen lo diabólico del lugar caen en la trampa y compran la comida. Luego se los llevan a esta especie de cueva, en donde se convierten en cerdos, mulas y otros animales. Otros van por voluntad propia, como don Jerónimo, que por ser bolo fue a pedir dinero y paró vendiendo hasta a su propia hija. Cuentan que a los dos los han visto por el cerro, aunque ya han pasado muchos años desde su muerte.
También hay quienes han acumulado inmensas riquezas gracias al lugar mágico. Entre las familias que están implicadas en esos negocios sobrenaturales, me contó doña Mari la historia de una en particular. Ellos eran dueños de casi todo San Juan del Obispo, pero su gran fortuna no parecía estar invertida en nada. Dice doña Mari que sólo se sabía que iban al cerro, y regresaban con mulas cargadas de sacos con dinero. Naturalmente estaba vedado para cualquier persona de San Juan el tener algún tipo de relación con esta familia, debido a la dudosa procedencia de sus bienes. Lo malo, dice, fue que un hijo de una su prima se casó con una mujer de esta familia.
En la casa de esta muchacha esconden un gran tesoro, de cuya existencia todo el pueblo conoce, naturalmente. Un día unos ladrones se entraron a la casa para robarse el dinero, pero una gran serpiente les impidió tomarlo. Aparentemente todo lo que viene del cerro está protegido por algún ser sobrenatural que toma la forma de algún animal. De todas formas, dice doña Mari, ese dinero no sirve porque después de usarlo para comprar algo desaparece. Su sobrino le ha ofrecido comprarle un terreno que ella y su hermana tienen en San Juan, pero siempre le dicen que no, porque saben que lo compraría con el mal habido dinero.
De acuerdo a doña Mari, el cerro es una de varias bocas del infierno que hay en Guatemala. A estos lugares suelen ir los hombres que buscan mujeres, licor, dinero, y muchos otros vicios. Un señor le contó a doña Mari que un amigo le ofreció llevarlo con unas patojas lindísimas, y le mostró una de estas moradas del Demonio. Las mujeres eran, en efecto, muy bellas, y estaban dispuestas a complacer a cualquiera. Pero este señor decidió explorar un poco más, y encontró debajo de las camas “leones y tigres negros”. Después de ver los animales salió corriendo, y no regresó nunca más.
5 comentarios:
Te felicito por haber comenzado a documentar las historias de doña Mari. Es una fuente inagotable de tradición oral, que dicha tenerla tan cerca!!!
Heey.. que buenísimo que haya publicado la historia del "Cerro de Mirandilla"...cya!
No hay duda que doña Mary no se le puede cambiar por nadie! esas historias... me recuerdo cuando nos contaste que una vez vio o algo asì.. unos niños que bajaban de ese su cerro famoso y que iban cargando una procesiòn algo asì re fumado. jaja Esa doña Mary. Grad te voy a extrañar cuando en enero me abandonès! :(
De donde es Doña Mary?
De donde es Doña Mary?
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